martes, septiembre 14

Un final lleno de recuerdos. (2ª parte de "Principios de una bonita historia")

Pasaron los años hasta que Hana encontró a Dante, en un principio ni le reconoció, pero su voz grave resonaba en su cabeza como un lejano recuerdo, su corazón le impulsaba a coger su mano, algo muy fuerte sentía por ese desconocido, que tuvo la enorme paciencia de esperar a que le recordara.
Tuvieron largas charlas, Hana poco tardó en reconocerle cuando sus lágrimas salían solas, las ganas de sentir los besos de ese joven riviano del que se enamoró antaño reafirmaron sus dudas.
Todo era perfecto para los enamorados, planeaban volver a casarse, abrieron un restaurante... Pero los demonios, con esa actitud despiadada ante los rivianos no hacían más que darles problemas, graves problemas.

Transcurrió el tiempo que ahora se torcía para Dante y Hana -Que retomaron sus nombres como Geralt y Ányela- llegando un día que parecía otro cualquiera. Cuando este día estaba ya dando su fin... Un manto de estrellas cubrió la noche, y Dante, se encontraba sentado esperando en la torre del castillo, con la espada a la espalda y las manos ensangrentadas.
Hana se acercó a Dante arrastrándose, con sangre esparcida por todo su kimono celeste y rasgado. Con una mano en el costado la cual le era inevitable apartar ya que hacía presión en una herida tan profunda que ni ella misma podía regenerar, ya que claro, no era de un ser cualquiera, sino de una deidad.
El riviano abrió los ojos horrorizado al verla, saltó a por ella y la cogió entre sus brazos- Mi vida... ¿Qué...qué te...han hecho? -Sus respiración se aceleró, no esperaba a que ella contestase y ya estaba llorando como un crío- Ányela por dios...no... tú eres fuerte... Y... Me hacer serlo a mi... -Dijo mientras le acariciaba la mejilla.
La chica soltó la mano que sostenía su katana ensangrentada para que, muy lentamente pudiera acariciar la mejilla de el, dedicándole una de esas sonrisas tranquilas, típicas en su fino rostro, para calmarle, pero a este gesto se le añadían lágrimas, que topaban por un lado con los dedos de él, y por otro lado con la sangre ya seca de la deidad. Intentó decir algo con claridad pero le costaba por el profundo dolor que sentía, ya le era difícil respirar de por sí, solo hablaba entre susurros pausados- Ge-geralt... Mi vida... Te amo..tanto... -La mano de ella temblaba mientras sus respiraciones pasaban a sollozos, provocándole mas dolor en el costado.
-Calla calla...no digas nada...-Le dijo él al apoyar su frente contra la de ella, sin casi poder articular palabra por el llanto- Yo lo sé todo... Sé que me quieres, sé que me amas, sé que me haces ser el hombre más feliz de todos los que han existido y existirán... Y también sé... Que yo también te quiero...-La pegó a él, negando con la cabeza aún incrédulo.
Ányela soltó un sollozo ante sus palabras. Le era difícil mantener sus ojos verdes abiertos, pero no quería perder de vista los suyos bajo ningún concepto. Apartó la mano de su costado que chorreaba sangre, para poner ambas manos en las mejillas de él con sus ultimas fuerzas. Sus susurros pasaron a murmuros, no quería que perdiera el sonido de su voz en su mente. Su cuerpo se destemplaba- Eres el mas importante..en mi vida..en mi muerte y renacer... Geralt... No quiero verte así... Lo nuestro..es.. ha sido... Precioso... Y-y aunque muera... Seguiré esperándote... Qui-quiero que vivas una vida feliz, Geralt... Geralt... Deja de sufrir... Mi amor... -Dijo pausada y con voz temblorosa, sin apartarse un solo momento de sus labios.

Geralt tragó saliva, impotente, llorando ya lágrimas negras, la besó con cuidado, ignorando que el único sabor de los labios de ella era el de la sangre y la muerte, a pesar de todo, seguían siendo para él los labios más dulces del mundo- Mi vida siempre será tuya... Yo... No sé....cómo seguir sin ti, he orientado mi vida ha encontrarte... No sé qué hacer ahora que he perdido el lucero que guiaba mi camino...yo....-Cerró los ojos y simplemente, calló.
El último aliento de la chica le nombraba con pena- Lo siento..tanto... Quería... Quería casarme contigo..otra vez..Geralt... Dante.... -Cerró los ojos, ya no tenía fuerzas para mantenerlos abiertos, pero seguía sintiendo su rostro cerca de ella, lo que le reconfortaba- Fuiste... Eres..y... Serás... Mi vida. -Los latidos del corazón de la riviana poco a poco dejaban de resonar en su pecho. La sangre había cubierto todo su kimono, y la blanca nieve se tornó del rojo más escarlata jamás visto, bajo el cuerpo inerte de ella.

Dante besó repetidamente sus labios ya fríos y muertos- Lamento no haberte podido dar el día que te prometí....-La cogió en brazos, con lágrimas recorriéndole aún el rostro. Anduvo despacio por el puente del castillo, sin apartar sus ojos del cuerpo de ella.

En la casa de él, ahora, yace una hermosa tumba, rodeada de todo tipo de flores, con el nombre de: "Ányela" grabado en la piedra, un epitafio, cubierto en pocos días por la maleza, se va borrando con el tiempo, epitafio que dice: "Con tu vida, ha acabado la mía". Al lado de esa tumba, hay otra que no guarda sepultura a cuerpo alguno, fría y triste, sin nada alrededor salvo malas hierbas, con un nombre grabado de mala manera: "Geralt", y a esas dos tumbas, acude un hombre de pelo largo y ojos azules cada día durante el resto de su vida.