viernes, febrero 24

En la Ciudad de Los Tristes.


Veneno demencial
Anhelo y dependencia arrastra consigo.
Dulce tóxico que alimenta el alma y la ilusión de los caídos…
Desidia que el nuevo mundo atrae con radiactividad.

El olor plástico de la espesa atmósfera araña los pulmones cruel.
Cada rayo solar arranca a tiras la muerta piel.

El grito sordo de los dormidos supera el ultrasonido
con palabras afiladas de gas letal.

Llanto ácido, corrosivo para los sentimientos, cae de las nubes de humo.
Todos dormidos; hoy día no despierta ninguno.

El aire degrada pensamientos haciéndolos perecer,
obligando al cinismo portar máscaras pesadas y así el virus precaver.

Hace años que se hallan infectados… "Los caídos", "los dormidos",
pero ausentes jamás se percataron.
Respirando el mal que yace en la Ciudad de Los Tristes
se estrella la real escoria 
y quien de su sueño despierte… 
Insólito pues, el acontecimiento del renacer.


jueves, febrero 16

El miedo del Marionetista.


–PRÓLOGO–


Ahora os mostraré la historia de un verdadero marionetista.

Todo marionetista real conoce a sus marionetas a la perfección. La vida detallada de cada una de ellas, sus rasgos faciales y colores, su carácter… Incluso cómo cuidadosamente en su “nacimiento” sus cuerdas fueron unidas a sus extremidades correspondientes.
    Este marionetista sabía qué acción exacta hacer con sus queridas figuras para mantenerlas felices. Figuras de madera talladas con el mayor amor y paciencia jamás vistos.

Hay que decir, que un marionetista cualquiera es lamentablemente el más conocido. Crea al azar a sus marionetas desatendiendo sus historias, ordenándolas actuar de una manera en la que jamás ellas lo harían... Un marionetista cualquiera sería un marionetista que no se molestaría en comprender a sus marionetas y además se centraría en el ciego anhelo de conseguir el control sobre ellas, posiblemente causado por no lograr nada más allá de la vida de madera.


En cambio, nuestro “marionetista de verdad” las trataba como a sus propias hijas. Quizá era por esto que les dedicó su preciado tiempo de libertad, pues hijos no gozó de tener jamás.


Sin embargo, él no se consideraba ningún titiritero; en aquella ciudad no sobreviviría apenas dos días mostrando sus historias…  Él era carpintero.


El carpintero de la ciudad de Beleth.





(N.A.: Cuando os pregunté sobre si leeríais un relato más largo de lo que usuo, me refería a este. Será probablemente extenso y de publicación lenta y por capítulos, ya que quiero hacerlo bien. Que conste que esto no quiere decir que vaya a dejar de publicar las entradas de siempre.  
Por el momento aquí está el breve prólogo de "El miedo del Marionetista". Espero que os guste.
Sugerencias y preguntas ya sabéis, comentad sin problemas. De esta historia concretamente me gustaría saber vuestra opinión.  ¡Un saludo!)