martes, mayo 17

Tres pétalos.

Lentamente, el árbol de cerezo se iba desnudando. Sus ramas, finas y frágiles, a la vez que gruesas y robustas, iban quedando solas, sin rastro de su vestimenta rosada que temporalmente lucía cada primavera.
Solo tres pétalos quedaban aferrados a un extremo del árbol, mecidos por el viento sin llegar a ser derribados, vencidos.
Pero llegó Ella. Pálida y triste, contemplando estos con indiferencia y quizá un deje de desagrado en sus apagados ojos.
- Caed. Caed como el resto. Seguid su camino, dejad que el viento os guíe. 

 No ordenó nada más. Esa debilidad en su tono no parecía admitir desaprobación de ningún tipo. Los pétalos, como si hubiesen comprendido su plegaria, cedieron.
Caen, hacia el suelo, lentamente, serpenteantes.
El viento, desaparece, no hay rastro siquiera de una ligera brisa.
Un silencio incómodo cubre en el ambiente y la joven... 
Flaquea y junto a ellos perece.
Ahora en ese árbol, cada primavera nacen tres pétalos rojos que son los últimos en caer. Esclavos que en su día procedían de un simple deseo.
La ambición del ser humano carece de miramientos; ten cuidado con lo que ansías.