viernes, noviembre 12

No fue un día como Otro cualquiera.



Sus sollozos se los llevaba el viento y sus suspiros la brisa del mar.

Con sus ojos azules pero enrojecidos por los lloros observaba ese inmenso océano.
 
Pasaban los días y ella permanecía sentada en aquella duna viendo cómo se marchaba el sol, cada vez con más nostalgia.
 
Poco a poco iba perdiendo las fuerzas y las ganas por vivir, y le costaba más sonreírle a ese mundo que antes le parecía tan bello.

Maldecía cada noche a las estrellas por ser testigos de tan fatídica actuación. Entre las estrellas, la luna, que pasaba a ser un foco en lo más alto.
 
Todo se trataba de una farsa. La realidad nunca pudo ser tan cruda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario