miércoles, agosto 17

Fuego.

- Estaba sentada frente a la chimenea aquel invierno, las flameantes llamas me habían abducido completamente, la realidad de nuevo era un sueño. Era como contemplar el mismísimo sol sin dañar mis ojos grises.

- ¿Y que pasó?

- Cuando me di cuenta, después de pestañear, no quedaban llamas, solo cenizas. Hacía rato que el fuego se había apagado, pero yo aun con esas había sido capaz de seguir viéndolo.

- Qué raro.

- No… Lo raro fue lo siguiente. Quedé tan trastornada, que me acerqué a las cenizas y di un pequeño soplo al único leño que parecía tener algo que quemar. Bueno… Pues saltaron las chispas y una enorme hoguera resurgió: ¡el Fuego empezó a hablarme!

- ¡¿Cómo te va a hablar un elemento?! ¡Es de locos! Ni que tu vida fuese una peli, Rose.


- Cálmate Emily, y déjame hablar.


-  Perdón...

- Verás, aquella llama a medida que se mecía parecía estar contándome algo, no sabría decirte en qué lengua, porque nunca la había oído, pero la entendía; El Fuego me susurraba.
Me contaba, que siempre de las cenizas se podía sacar algo, que la esperanza queda en la madera candente y que a veces se puede reavivar la llama si realmente crees en ella. Como... Un bonito fénix.

- Vaya, lo último que esperaba que el Fuego contase, aunque tampoco sabría decir de qué iba a hablar si no.

- Creo que los elementos tienen mucho que contar, solo que no sabemos escucharlos. Eso sí, casi me quemé las cejas con el entusiasmo, pero al separarme de un salto me choqué con la repisa y cuando me acaricié el golpe volví a mirar hacia el leño. El Fuego se había consumido en el trozo de madera que quedaba, pero las cenizas que quedaron tenían un color de un blanco increíble.

- ¿Por qué blanco?

- Habrá que preguntárselo al Fuego… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario