jueves, octubre 13

Rutina.

Todos se quejaban de sus rutinarios días, en los que no pasaba nada emocionante. Todos a excepción de Ella. A Ella le gustaba su rutina.

Se levantaba de la cama después de vacilar unos minutos al despertador, daba los buenos días a su peluche, se acariciaba la mejilla con el anillo que en su dedo siempre estaba ¡y a comenzar el nuevo día! con sus amigos, con sus libros, en su clase, pero constantemente en las nubes.
Siempre fantaseando que llegara la noche, para disfrutar de ese ratito que Él guardaba para Ella, donde hablaban de cómo les había ido su día rutinario.
Ella solía hablar algo más de ello, narrando anécdotas tontas y contando los momentos en que se acordaba de Él. –Rara vez no iba pensando en el chico-. Todo para ver si encontraba una sonrisa en sus palabras… Nunca se cansaría de las cosas bonitas que Él le decía. Y con uno de sus “te quiero” Ella dormía como un lirón hasta el día siguiente, sin interrupciones, aunque siempre tratando de encontrarse con Él en sueños.

Así cursaban sus días, ya sonriera el sol o llorara el cielo.
Si lloraba… Ya sonreiría Ella por él, porque sabía que en algún momento se irían las nubes.

Pero siempre hay algo que rompe tu rutina, esa tormenta que llega después de la calma… Y cuando Ella se dio cuenta, ya no existía su rutina, porque su rutina giraba en torno a Él.

No le apetecía sonreír por los nubarrones que se cernían sobre sí a diario. Ahora era Ella la que lloraba en días soleados, en días grises… La verdad que no dejaba de derramar lágrimas.

¿Qué iba a hacer Ella sin su Rutina? No sabía vivir de ese modo. En las nubes en las que solía estar, antes pensaba en las navidades, en todas las vacaciones posibles, con Él.

¿Y ahora? ¿Qué planes tenía para Navidad? ¿Y para su semana de primavera? No había llegado siquiera el invierno que ya no podía vestir el jersey de Él.

Su anillo…  Ya no estaba. ¿Y Él? ¿Seguiría llevando su candado al cuello…?
Ella la llave que lo abría la guardó, porque le dolía verla diariamente. Así como la plata de sus dedos, así como las canciones que escuchaban juntos, así como esas vacaciones que ambos iban a pasar. Así como la idea de contar estrellas... Si es que le dolía hasta estar en las nubes… Porque en las nubes siempre estaba Él, y Él ya no estaba.

Ahora… ¿Te atreverías a quejarte de la rutina?

Lo único que había valorado Ella de todo esto es que Él le fue sincero.
Porque Él sabía que Ella prefería la verdad aunque fuera lo que más le doliera en el mundo.
En su mundo…

Su mundo que había acabado con su rutina.

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